miércoles, diciembre 31, 2008

¿HABREMOS DEJADO DE CREER EN ALGO?





Felicitación*




Al hacer Dios el reparto de habilidades me dio a escoger entre querer a mis amigos y tener buena memoria así que os deseo una buena Semana Santa y feliz Verano.



*de Joan Mateu joan@cimat.es








¿HABREMOS DEJADO DE CREER EN ALGO?






*


A veces (y solo a veces) uno corre tal suerte que caer del cielo no es tan desastroso cuando se tiene al menos la esperanza de ser bien recibido en el infierno. Pero cuando uno descubre que donde el cielo tiene hoyos, el infierno ha cerrado sus sucursales, nos damos cuenta que hemos quedado entre humanos... Y justo uno comienza a creerse dueño de sí cuando nos damos cuenta que donde ningún dios y ningún demonio puede ayudarnos, aparecemos solos, y ni aún así somos salvados por nosotros mismos... Y cuando la humanidad parece aplastarnos sin que podamos hacer algo, llega alguien con los mismos pasos, con sus manos, sus brazos, sus ojos, su sonrisa; y nos abraza, nos mira... La libertad se vuelve mortal, y sale de uno para convertirse en alguien más: y somos salvados por un milagro que escribe, crece y muere como todo lo vivo que nos rodea... Y uno entiende cuando dicen que los sueños también tienen pies, y manos, y ojos, y nariz, y esos etcéteras que con el tiempo se tendrán que descubrir...


La vida brinca de un lado para otro: los vientos abrazan los polvos que cierran nuestros ojos, las lluvias se despiden de las tierras... Tu, yo, el tiempo: ¿Qué hacer?... ¿Habremos dejado de creer en algo? ¿Habremos olvidado los temores de un mundo olvidado?... Lo descubriremos pronto, y espero estar
lo más cercano a ti posible cuando eso pase.




*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com







La fe*



Se lo habían inculcado en el colegio. Los curas, con sus sermones y sus machaconas parábolas que culminaban en unos "ejercicios espirituales" de los que era imposible salir incólume. De las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, la más importante era la Fe. Sin la Fe - decía el Padre Garriga - todo lo demás carecía de importancia.

Cuando acabada la escuela me incorporé a la vida laboral, "al mundo exterior" que decían los curas, nunca olvidé las enseñanzas recibidas, que aunque dormidas por el devenir de cada día en el momento mas inesperado surgían de aquellos lugares en que la escuela los había insertado.

Sin embargo todo el tiempo pasado en el colegio me sirvió para mantener unas relaciones con el clero que posibilitaron que me uniera a la expedición Plumkier (subvencionada por el obispado) que debía viajar desde Los Urales a Kamchatka completando la cartografía de diferentes zonas. Esta circunstancia me proporcionó la posibilidad de vivir una de las mayores experiencias de mi vida:

Aproximadamente a la mitad del camino, en el campamento se montó una de las reuniones habituales en las que todos los expedicionarios nos reuníamos alrededor de una hoguera y se discutía sobre temas religiosos y filosóficos.
El clima que se vivía en estas veladas era similar al que había vivido yo en mi época de estudiante.
Llevábamos ocho días debatiendo el tema de la fe y los rostros parecían iluminados por una fuerza interior, reflejo de la propia creencia. La fe es lo más importante. La fe mueve montañas. Si todo el mundo tuviera fe.

El clímax de la reunión fue subiendo y todos entramos en una fase de éxtasis que nos transportaba a un estadio superior. Todos creíamos en la fe. "La fe mueve montañas". Entonces se produjo el fenómeno. Cuando todos tuvimos fe, las montañas empezaron a moverse y se apartaron, se arrastraron y se
trasladaron, amontonándose en el Himalaya y formando la Siberia.
Todo el trabajo de cartografía realizado hasta la fecha no valía un pimiento.



*De Joan Mateu. joan@cimat.es









LA HORA DE LA TENTACIÓN*




Para caer en la tentación, cualquier hora es buena, pero algunas son "especialmente buenas". Las tres de la tarde, por ejemplo, es el momento en que se despiertan muchos demonios y salen a flor de piel los deseos de aplacar asuntos pendientes. Es increíble, porque es una hora de plena luz, pero del mismo modo que a unos los llama la siesta y a otros la merienda, a algunas personas se les despierta el bichillo del pecado original. La Biblia no lo aclara, pero no tengo dudas acerca de la hora en que fue consumida la manzana.

El Chino Carloto dijo al jefe del almacén que tenía que ausentarse unas horas para resolver un problema personal; cuando el jefe quiso indagar más, él le respondió que era un asunto vital, alzó las cejas en señal de urgencia - no se sabe qué habrá imaginado el jefe, pero algo importante debió ser - y sin más comentarios le dieron la tarde libre. Era un buen trabajador, no solía ausentarse por gusto, solo faltaba a su puesto laboral unos minutos por día, cuando iba a tomarse la presión.

Se llamaba Carloto en honor a su abuela, que murió minutos antes de que él viniera al mundo y dijo en un último suspiro: "Pónganle mi nombre a la niña". como no hubo tiempo de rectificarle su error y el padre quería cumplir la voluntad de su santa madre, Carloto se quedó, como variante para quedar bien con todos, menos con el bebé, que quedó condenado a arrastrar ese nombre por la vida. Por suerte en Cuba a los que tienen rasgos asiáticos se les llama "el Chino" o "la China", según el caso, por tanto lo de su nombre solo se sabía en papeleos oficiales. Cuando las muchachas preguntaban, respondía: "Me dicen el Chino, pero puedes llamarme Carlo". y le quedaba el diminutivo elegantemente italiano.

Rosa de las Nieves, la enfermerita preciosa a quien llevaba dos semanas enamorando, a pesar de saber que estaba casada, había llamado bien temprano al policlínico - no más ver salir el desvencijado Lada que manejaba su marido, individuo forzudo y lleno de malas pulgas, chofer del almacén donde trabajaba el Chino - pretextando sufrir de "punzadas en el bajo vientre" y como con los asuntos femeninos siempre se tiene compasión, le dieron el día de descanso. Así tuvo tiempo de ir por la mañana a plancharse el pelo y hacerse iluminaciones platinadas, que contrastaban de maravilla con el negro retinto de su piel.

Verdades incuestionables, si bien disfrazadas: lo de Carlo era una cuestión de vida o muerte - había estado a punto varias veces de decirle Nievecita a su novia y la muchacha era cinta negra en kárate, para colmo entrenaba en el gimnasio que quedaba al lado del policlínico, ventana contra ventana, y no entendía "nada de tanta tomadura de presión con la negrita esa que se remenea y enseña hasta el alma cuando se agacha para alcanzar una jeringuilla" -, y a ella le punzaba ya cualquier cosa que tuviera por debajo del ombligo, de tanto roce y frasecitas al oído cada vez que el Chino pasaba a tomarse la presión, que siempre estaba normal, pero era el único pretexto para darle dos vueltas diarias, porque ella se dedicaba a pruebas citológicas, inyecciones, vacunaciones o chequeos de presión sanguínea. Lo
de la prueba era impensable por motivos más que obvios y no era cosa tampoco de dejarse pinchar por amor, a pesar de que las jeringuillas se guardaban en la gaveta más baja del estante.

En fin, que entre punzadas y otras urgencias, consiguieron la anhelada tarde, lejos de los respectivos trabajos; nunca lo suficiente, porque el dinero no les daba para un hotel y tuvieron que contentarse con un cuartico que se alquilaba por horas a la vuelta de la esquina, entre el agro mercado y un atelier de alta costura, lo cual era bueno porque con tanto trasiego de personas pasaron inadvertidos y se sintieron bien a resguardo de las miradas de la novia de él y del esposo de ella. Fueron muy puntuales, rayando las 3, porque si se les iba a cobrar por horas, había que disfrutarlas en su total extensión.

Ella, que pese a lo que se decía de su reputación, no había sido antes infiel, miró con desconsuelo la habitación, adornada en el estilo más antiestético posible, incluyendo una muñeca Loreta de los años sesenta, vestida de novia, con una polvorienta pamela de encaje, sentada en un taburetito de madera, con una flor de plástico en la mano, lo cual le daba cierto aspecto de figurita vudú. Suspiró.

- Mi Chini, había imaginado este encuentro más romántico, ¿y tú?
- ¡No te preocupes! - la tomó él por la cintura, sentándola en la cama - Tú calla, disfruta y observa como te transformo esto en un paraíso - se sacó de los bolsillos varios paquetitos -. Para que la ocasión valga la pena, hay que crear un ambiente único, digno de ser recordado, y en eso vas a reconocer cuando termine que soy un maestro.

Corrió las cortinas para generar penumbra, cubriendo disimuladamente a Loreta con ellas, esparció pétalos de rosa por el suelo, encendió velas de colores, inciensos de varios tipos. Ella sonreía
complacida ante tanto despliegue de recursos y energía en su honor. Había tenido sus resquemores, por "eso que se decía de los chinos y el tamaño reducido del órgano reproductor", pero ahora no le quedaba duda de que sería un amante admirable. Si no daba la talla por un lado, la llevaría al cielo con otros talentos.

Al primer abrazo, ella se quejó del calor y como no había aire acondicionado, él arrastró hasta los pies de la cama un vetusto ventilador de cuando la segunda guerra mundial. Al conectarlo, descubrieron que no solo generaba frescor - fue una buena época para los electrodomésticos, como los refrigeradores General Electric y Westinghouse, que en contra de Dios, de la falta de piezas y de los pronósticos, aún enfrían -, sino emitía un zumbido estilo abejorro que aplacaba los ruidos de la calle. se movía un poquito, pero lo calzaron con ayuda de los cuatro zapatos y lograron que se quedara quieto, silbando bajito y refrescando.

Las 3 de la tarde es la hora en que suele pasar el desfile de los pregoneros característicos de cada barrio habanero, en este caso: el que vende dulces: "¡El pastel a peso!, ¡a peeeeso el pastel!, ¡de coco y de guayaba!", el carrito del granizado con su campanilleo - el granizadero era mudo, pero para el caso hacía bulla con tres campanas -, la florera con su carretilla: "¡Floreeeees!, ¡las flores!, ¡llegó la florera con margaritas, rosas, gladiolos, azucenas, mariposas y girasoles para los vivos, los muertos y los santooooos!", el vendedor de huevos con su mochila al hombro: "Huevo, huevo, huevo" - no gritaba porque temía hasta su sombra, cada tres "huevo", echaba dos miradas a ver si no lo seguía la policía y continuaba - "huevo, huevo, huevo", la mulata que vende fresas, cantando a pleno grito: "¡Freeeesa!. llegó la fresa a la isla de Cuba y viene conmigo, fresa, fresa, ¡freeeesa, para alegrar tu vida y adornar tu meeeesa!", el viejito de las cremitas de leche con su bicicleta y su excelente voz de tenor: "¡Cremitas
de leche!, ¡de leche de vaca!, ¡de leche de vaca legítima! - no se sabe si porque fue hija de un matrimonio legal de vaca y toro o porque no tiene harina en la mezcla -, ¡con garantía!, ¡las prueba y después la paga! ¡y siempre te quedas con ganas!".

Entre zumbidos, aromas, opacidades, medias luces, campanillazos y pregones amortiguados, lograron alcanzar la intimidad deseada. Subieron de tono las caricias, cayeron las ropas, se enlazaron en singular contienda y, como siempre que triunfa el deseo, olvidaron que el mundo existía.

Precisamente en ese mundo que por unos instantes habían logrado ignorar, el ventilador logró vencer la barrera de zapatos y avanzó unos centímetros. Como en las trampas que solo se ven en los dibujos animados, uno de los inciensos, movido por el aire del ventilador, se tambaleó peligrosamente, cayó sobre una vela y ardió de un extremo a otro, generando la energía de activación suficiente para incendiar al resto de sus camaradas; éstos a su vez prendieron fuego a la parte baja las cortinas, que
llevadas y traídas alegremente por el bailoteo del ventilador - se diría que el artefacto se había sumado al entusiasmo de la bestia de dos cabezas que se movía en la cama -, comenzaron a quemar las ropas desparramadas por el suelo. las ropas, ayudadas por las cortinas, encendieron los extremos de las
sábanas, el vestido de novia de Loreta, la alfombra de pajilla y las matrioshkas de cuando se vendían artesanías rusas, el papel de celofán de los caramelos de la ofrenda a Eleguá, el dios de los caminos, el que teje y desteje el porvenir, el que abre y cierra las puertas, el que quita y da la suerte.

Fueron segundos, solo eso basta para cambiar un destino, o dos. De pronto, ella adquirió cierto grado de conciencia y preguntó:

- ¿Mi Chino, no te huelen demasiado fuerte estos inciensos?

Él iba a responder que no, que eran originales de la India, comprados en la Tienda del Oriente, nada de inventos tropicales, y por eso olían tan intensamente, cuando vieron la danza de las llamas a su alrededor.

Trataron de alcanzar la puerta del cuarto, pero el fuego no los dejó.

No les quedó más remedio que saltar por la ventana y ponerse a gritar, pidiendo auxilio, para que les ayudaran a apagar la hoguera que amenazaba con devorar el resto de la casa.

En ese justo momento llegaba Yané - cubanización de Jeannette -, la dueña del cuarto, con una pierna de jamón que se había comprado en el agro mercado gracias a los beneficios del alquiler. Al ver su renta en fuego, no le quedó otro remedio que dejar la pierna en el contén y sumarse a la algarabía, moviendo la cabeza, saltando, quebrando la cintura, agitando los brazos y llevándoselos alternativamente al corazón y a la cabeza, de modo tan rítmico a pesar de sus doscientas libras y sus sesenta años que parecía un baile de los que están de moda, mezcla de rap, reggaetón y hip-hop. Es
una pena que aquí nadie tenga camaritas digitales porque era una coreografía digna de verse en Internet. claro, tampoco tenemos Internet, pero el baile de la gorda valía la pena.

No hubo mayores problemas, vivimos en un país solidario: el mudo comenzó a solicitar ayuda a campanillazo limpio; el vendedor de huevos soltó la mochila cuidando que no se le rompiera ni un huevo, a pesar de las prisas; el de las cremitas arrinconó la bicicleta; el pastelero la cesta; la florera la carretilla; la mulata, más previsora que el resto por haber sido víctima de varios robos, corrió con el pozuelo de fresas bajo el brazo.

Se les sumaron los vecinos, los panaderos de la panadería de la esquina, en parte por el fuego y en parte porque todos habían soñado ver las tetas de Nievecita - cuando se agachaba a recoger las jeringuillas solo mostraba la mitad posterior -, las costureras del atelier de al lado, temiendo por sus telas. Los del agro no podían moverse de sus puestos porque perdían "güiro, calabaza y miel" pero gritaron a los del almacén que les quedaba al fondo, pidiendo que fueran a auxiliarlos. claro, ellos no sabían, de buenas intenciones está el mundo lleno. Hasta algunos que corrieron al escuchar los gritos sin saber para qué o por qué gritaban, dos clientes del atelier con los vestidos llenos de alfileres - con lo cual solo lograron pincharse y llenar de pinchazos a quien se les acercara - y tres taxistas que no tenían nada que ver con el asunto pero acertaron a pasar en el momento justo, se sumaron al bulto de bomberos emergentes. eso de crear "emergentes" siempre nos queda de maravillas. Por cierto, uno de los taxistas llevaba un paciente para la hemodiálisis diaria, casi se le muere en la espera de que su chofer apagara el fuego, pero eso queda para otra historia.

Aunaron fuerzas, cargaron cubos de agua desde la panadería porque nadie encontró una manguera, incluso le echaron el agua de la palangana donde vivía la jicotea de Yané, que se asoleaba en la puerta por las tardes, sin darse cuenta de que iba con tortuga y todo para adentro. Fue algo digno de verse. y por tal motivo, el que pasaba se quedaba, ya fuera arrimando el hombro o mirando.

Finalmente, dejaron el cuarto lleno de humo y cenizas, sin cortinas, ni matrioshkas, ni muebles, ni muñeca vudú vestida de novia, pero con la mampostería intacta. El ventilador de cuando la guerra sobrevivió, no se sabe cómo, y aún echaba aire entre zumbidos, desparramando gotas de agua.
Desde su pozuelito, el dios de los caminos miraba la escena con sus ojos de caracoles ahuecados, el fuego lo había dejado negrito y sin caramelos, pero incólume.

La dueña del inmueble, si bien hubiera querido linchar a los amantes, estaba consciente de que ni siquiera podía reclamar daños y prejuicios porque el alquiler era ilegal - como los pasteles, las cremitas, los huevos, las flores, dos de los taxis, las fresas, el sirope del granizado y casi todo aquí - y se limitó a mirar desconsolada los restos de su negocio, mientras se tomaba una manzanilla que le trajo la chismosa del edificio de enfrente con la intención de sacarle información.

- Son unos primos del campo - decía a la cotilla, que no le quitaba ojo a la pierna de jamón -, pobrecitos, les había prestado el cuarto para que descansaran un poco antes de tomar el tren. ¡angelitos, mírelos como han quedado! - se enjugó una lágrima muy sincera y asomándose para comprobar el destrozo, murmuró entre dientes, mirando de reojo a Eleguá - Ésta tú me la pagas, negro cabezón. ¡te voy a tener un mes a dieta, ni caramelos, ni roncito, ni miel, ni café, ni nada!

Mientras esto sucedía, la pareja de pecadores, sentados en el borde de la acera con el pelo chamuscado y la cara llena de tizne, pasado el susto menor, comprendían que tenían que enfrentarse ahora a los presentes - sumando los curiosos y los que habían llegado tarde a ayudar pero se habían
quedado para el jolgorio, eran bastantes -, a las costureras que querían averiguar "si era cierto lo que se decía de los chinos" mirando con descaro a la entrepierna de Carloto, que entre el susto y su naturaleza espontáneamente reducida casi se sentía "Carlota", a una novia karateka, a un esposo de armas tomar, al personal del almacén que ya venía en camino, y el del policlínico, a donde seguro había volado la noticia, y como si fuera poco: ¡tenían que seguir vestidos de Adán y Eva porque nadie, ni por
conmiseración, les alcanzaba una toalla para cubrirse!

Y todavía eran las tres de la tarde.



*de Marié Rojas.








No me gustan las despedidas*




No me gustan las despedidas. Ese olor a tristeza que flota en el aire. Esa promesa de reencuentro que de antemano se sabe imposible. El gimoteo desesperado de algún pequeño. La mirada ausente de los adultos. Me molesta, sobre todo, el momento en que se produce el quiebre, y la angustia disimulada hasta ese momento se apodera de la escena. Las risas y bromas dan paso a esa incontenible sensación de vacío...
No, decididamente, no me gustan las despedidas; sobre todo cuando, como ahora, me veo en la ventanilla, agitando la mano izquierda, mientras, en el andén, la soledad me envuelve y sólo atino a levantar un poco la vista, que sigue el recorrido de la máquina, esperando que el tren desaparezca, y yo me
pierda, para siempre, tras el horizonte.



*Copyright © Dante Schettini. dante.sch@gmail.com

Copyleft: Se permite su reproducción, sin modificaciones, siempre que no sea con fines comerciales y manteniendo, en todos los casos, el presente texto.
http://zonamutante.blogspot.com/2006/08/no-me-gustan-las-despedidas.html






Zapatos (para todos)*


No todos somos periodistas pero todos tenemos zapatos. Me corrijo no todos. Siempre hay algo que se puede hacer y algo que se puede dejar de hacer para no ser cómplices, calzados o descalzos. Cuando, como ahora pienso, se va el perro al que le tiraron los zapatos, sería barato para EEUU, buen precio
para tanta sangre y destrucción, tirarle solamente a Bush, demasiado barato..
Me gustaría un zapatazo para cada cómplice.
Me temo que todas las fábricas en incesante producción no alcanzarían.
Acaba de morir H. Pinter, él hablo de esa masacre injustificada, cuando tantos se callaron. Porque millones de personas dieron su tácito consentimiento. Me temo que no alcancen los zapatos


*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar







Soledades*



Una tarde, mientras íbamos río abajo en un bote de pescadores, mi padre cerró con furia los puños alrededor de la caña y de golpe se echó a llorar.
Llevábamos un largo rato en silencio. Yo tenía los remos y trataba de que la corriente no nos alejara demasiado de la orilla. Hasta entonces su pena me había pasado desapercibida porque para mí él era fuerte y sin fallas. Me demoré un largo rato antes de preguntarle qué le pasaba. Confusamente me
dijo que había perdido a alguien a quien quería mucho y aunque era muy católico empezó a cagarse soberanamente en Dios. En ese momento no me importaron nada Dios ni los seres queridos. Me irritaba verlo así, aferrado a la caña, con la cabeza hundida en el pecho y el pelo blanco sacudido por el viento.
Hasta entonces su vida había sido ordenada, mediocre, patriotera. Fluía mansa y previsible como el agua que nos llevaba entre islotes y troncos flotadores. Dios era una inteligencia inasible e inapelable que aparecía cada vez que nos faltaba una explicación. Yo creía en El: todavía me veo rezando a oscuras, pequeño y pecador, pidiendo que fueran eternas las cosas que me hacían dichoso. Era tan joven que sólo pensaba en la muerte como algo lejano que quizás tuviera solución. Lo que pesaba era la soledad. No la
soledad de estar solo sino esa otra por la que han escrito los mejores libros y cantares del universo. Ese paréntesis que atrapa una palabra para darle entonación subterránea. El agujero negro, infinitamente vacío, en el que aquella tarde había caído mi padre.
En Tierra de sombras un estudiante de letras dice que leemos para saber que no estamos solos. En Bleu, la protagonista intenta ocultar lo evidente bajo una máscara de fortaleza e indiferencia, hasta que algo se rompe. Por fin, en la edad de la inocencia, el hombre que acepta una vida prejuiciosa y previsible se hunde en las contradicciones de una clase incapaz de dar a la soledad otra respuesta que el orden cerrado y la complacencia hedonista.
Miré esas películas el fin de semana y al ver llorar a Anthony Hopkins abrazado al hijo de su esposa muerta, me puse a llorar yo también y me vino a la cabeza esa imagen de hace tantos años en el río Limay. Sin duda, también contaba la culpa, pero eso lo comprendí más tarde. Culpa de estar ahí y ser más joven que él. De no tener todavía nada que amortizar o de estar pagando por anticipado.
Durante un paseo por el campo, el profesor enamorado de una mujer agonizante confiesa su dicha efímera y ella le responde: "La felicidad de hoy anticipa el dolor de mañana." Tierra de sombras habla de Dios y del alivio que ofrece la fe para insinuar que no hay tal. Que Dios es el sufrimiento mismo y no su consuelo. Durante siglos el Creador jugó a ser imprevisible, fuente de amor y verdad, juez supremo incomprobable. Desde que lo inventaron, los hombres han tratado de explicarse para qué les sirve. Y como lo suyo es, a los ojos de la mayoría temerosa, sólo castigo, tampoco él sobrevivió a la oferta y la
demanda. Mi padre no podía saber que dios iba a morir tan pronto y yo mismo nunca lo imaginé. En esos días lo habían intimado a dejar el cigarrillo.
Rechazó las pamplinas de los médicos y apostó a algo superior. Al Ser Supremo que estaba por encima del bien y del mal.
Naturalmente, perdió. Pero eso iba a ocurrir años después. Entre tanto está llorando mientras un bagre tira de su línea y yo no me animo a acercarme para consolarlo. Me digo que en una de ésas el bote se da vuelta y tenemos que volver nadando.
¿Qué tiene que ver el cigarrillo con el Reino de los Cielos? Mucho, me parece: al placer corresponde un castigo de espantosa agonía. Así pasa con todo lo bueno en la tradición de judíos y cristianos. Más allá, el goce y la dicha no prefiguran el paraíso sino el infierno. Eso parece decir Richard Attenborough. El amor, si podemos darlo, nos devolverá lágrimas y castigo.
Palabras más, palabras menos, Scorsese sugiere lo mismo. Sólo que no hay amor en La edad de la inocencia. No lo hubo en la vida de Edith Wharton, no podía haberlo en su novela y no es intención de Scorsese mostrar otra cosa.
La película, situada en 1857, habla de hoy y de una aristocracia con códigos propios: ocio, manjares, hipocresías, hasta que el amor aparece como una amenaza. Evitarlo preserva el orden social. Eso sugiere, me parece, el impenetrable mayordomo de Lo que queda del día. La autoridad de mister Stevens es proporcional a la negación de sus sentimientos. El dolor, la alegría, la humillación, resbalan en su alma como gotas de rocío. Todo pasa pero queda la soledad. Para Baruch Spinoza, en su Ética, el control de los sentimientos es la mayor virtud del alma: "A la impotencia humana para gobernar y reprimir los afectos la llamo servidumbre; porque el hombre sometido a los afectos no depende de él, sino de la fortuna." Con Spinoza se pone en claro, desde 1677, que el poder, para ser tal, excluye el amor en
cualquiera de sus expresiones. Y que la gente vulgar al mostrar sus afectos los expone a la manipulación y la demagogia.
En sus Diarios, el narrador John Cheever apunta en 1979: "Puedo saborear la soledad. La silla que ocupo, el cuarto, la casa, a todo le falta sustancia (...) Creo que la soledad no es un absoluto, pero su sabor es el más fuerte." El libro comienza con una reflexión bella y perturbadora para mí porque sospecho que así sentía la vida mi padre aquella tarde que salimos de pesca: "En la madurez hay misterio, hay confusión. Lo que más hallo en este momento es una suerte de soledad. La belleza misma del mundo visible parece derrumbarse, sí, incluso el amor. Creo que ha habido un paso en falso, un viraje equivocado, pero no sé cuándo sucedió ni tengo esperanza de encontrarlo."
Y bien, mi padre era más que eso, o ni siquiera eso: "Nada más obsceno y vano que intentar contener la vida y la obra de un hombre en un puñado de líneas invocadas en el tiempo y la distancia", escribe Rodrigo Fresán en Trabajos manuales. Y agrega: "Cuando un hombre se transforma en el único paisaje posible de sí mismo es cuando alcanza la forma de la soledad. La soledad como territorio. La soledad como forma alternativa de la geografía y de lo biográfico."
Estoy tratando de decir, con imágenes y palabras de otros, que lo esencial de una vida brota en el momento en que nos enfrentamos a las formas más puras de la verdad. Amor, dolor, soledad. Ahí estamos solos, sin Dios, sin patria ni sustento. Un paso atrás, un movimiento en falso y todo está perdido. En la serenidad del bote que bajaba por el Limay, mi padre percibió de golpe su tierra de sombras. Nada de este mundo le resultaba ajeno, pero él no era más que una brizna de polen arrastrada por el viento. Cuando tuvo fuerzas para admitirlo dejó de llorar, recogió la línea y devolvió el bagre
a la correntada.




*de Osvaldo Soriano,
- "Piratas, fantasmas y dinosaurios" Editorial Norma, Bs. As. 1996.







Pensamiento 3*



Camino despacio hacia mi muerte...
(de joven corría).



*de Joan Mateu. joan@cimat.es







Año nuevo*



Con un suspiro salvaje
Diciembre se despide,
se lleva las penas,
borra el sufrimiento.
Por un camino florido
Enero apura sus pasos,
trae capullos de esperanza,
derrama el perfume del amor.
Ilusiones, deseos y emociones
recorren la mágica senda,
las pupilas se encienden
con la luz de los sueños.
La noche exalta las almas,
se aproxima la hora esperada,
la dicha se refleja en las miradas,
brota un misterioso encanto.
Con el sonido de las sirenas
los brindis se suceden,
la música de año nuevo
tiene la fuerza de la vida.


*de María Griselda García Cuerva. mg_cuerva@yahoo.com.ar







Mis deseos de fin de año*




A los compañeros socios y amigos desearles lo mejor en cada día. Que la dicha sea un presente tangible y el porvenir un horizonte donde la felicidad no se busca como utopía, sino se encuentra renovada y al alcance de la piel cada mañana.

Y deseo -por si esto no fuera suficiente- que Inventiva Social siga siendo la casa de la palabra de cada uno de nosotros.

Que el dicho popular de "Año nuevo, vida nueva" sea una verdad a la medida de la historia de cada uno.

Salud, y fuerzas para luchar por lo que se ama.

Fraternalmente.


*Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com






Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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martes, diciembre 30, 2008

PORQUE TODO PARECE FLOTAR EN UN SINSENTIDO...



Ilustración de Ray Respall Rojas.


¡Tanto me gustaría!*



A las víctimas de los criminales bombardeos
del ejército israelí a la martirizada Gaza.



Me gustaría escribir de tantas cosas.
De la mecedora que entretenía a mi abuela,
del bastón de mi abuelo,
de la portada de mi casa,
del carruaje con imaginarias princesas.
De las primas
que de amor me ahogaban
con nueces y avellanas en cada navidad
o de la perra Cuqui, siempre tan fiel y cariñosa
o del gato que mordisqueaba flores.
Recordar en letras a Torito, aquel burro
indisciplinado, independiente. Tan libre
y soberbio hasta la mala voluntad del jinete.
Escribir, además, con porte de alma celestial.
¡Cuánto me gustaría!
Pero estos malditos desastres naturales
y estas terribles injusticias y guerras
roban mi libertad de pensar
en otras cosas.



*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
Cuba.





PORQUE TODO PARECE FLOTAR EN UN SINSENTIDO...





Volar sin alas*



Viajo en domingo. El cielo se abrió como boca del infinito, celeste casi mar casi cielo. Y quisiera llegar al imposible punto de mirar lejanías. Con la mirada renacida y la esperanza abierta. Salgo, es un largo viaje por inseguros trenes reales para después subir al tren literario y llegar a Marcos Paz. Parto con las indecisiones de vida a cuestas. Como necesito sentir algo más que la soledad llevo conmigo mis cuadernos inconclusos. Son 6 cuadernos de espiral, en ellos viaja un ser fragmentado en palabras y frases. Un sujeto que busca armarse con pedacitos en frases y ser escritura. Raro salir con el alma en viaje metida adentro de una carpeta caja de cartón, pero hay que salir de las cuatro paredes instituidas para ver las cosas y la gente. Cada vez pesan más estos cuadernos. Espero reunirlos como un relato posible, leíble como un viaje por los fragmentos reunidos de otros viajes y otras lejanías que me preceden y me constituyen con vacíos y enigmas imposibles de responder. Tratare de tejer mis palabras en viaje, sentado en un vagón que se hamaca y viaja lento sobre vías destruidas.
Estoy en Gonzaléz Catan, la última estación tangible del viaje. Me cruzo a una vía que se pierde en el pasto hacía la siguiente estación 20 de junio, me siento en una pila de durmientes usados, duermen a la intemperie esperando ser leña después de algún remate, pero me ubico en la estación grande de la imaginación cómodo, con mi carpeta de cartón como único almohadón posible.... ahí se acerca el tren, viene tirado por una locomotora Werkspoor numerada 4613, entre el vapor distingo que es un tren mixto, con dos vagones de pasajeros y dos de carga y encomienda. Los de cargas vienen a continuación de la máquina, me subo en el primer vagón de pasajeros, asientos de madera en varillas, casi como en el subte A, pero con una enorme modestia, y el visible deterioro de la falta de mantenimiento por el cierre de talleres de artesanos y carpinteros. Me llama la atención que todos los asientos miren al pasado, hacia el atrás que deja ver a su paso el tren para ser más precisos. Siento la misma incomodidad de cualquiera que quiere ver el porvenir del trayecto desde la ventanilla y sigo al siguiente vagón. Lo mismo... allí hay dos señoras con un Rosario en las manos, me acerco y casi con el buen día dicho de pie me quieren contar con la urgencia de quienes creen conocerte de toda la vida, aunque no te hayan visto nunca, que viajan para llegar al nacimiento del primer hijo de su sobrina preferida. Me dicen sus nombres: son Manuela y Blanca, dos señoras elegantes de unos 60 años. Hablan arrastrando el tono que siempre oí en aquellos italianos venidos de chicos que conservan siempre un eco de su idioma. Tienen cierta preocupación, el nacimiento lleva tres días demorado de la fecha esperada, -en ese momento se cae de la agenda de Blanca el calendario de ese mes, septiembre de 1958, viene con círculos y llamadas con frases y explicaciones todas en italiano-. No quiero interrumpir más, me disculpo, les doy un beso con cierta emoción, me doy cuenta que Blanca llevará en la mejilla una lágrima mía por algún tiempo. Les deseo suerte. Que sea todo lindo. Me levanto, giro la cabeza y veo que se sumergen en una oración de murmullos con la vista fija en la cruz del rosario. Manuela sostiene fuerte el crucifijo, casi como Dios puesto entre dos cuerpos y el respaldo del asiento siguiente.
Este es el último vagón, solo hay 5 personas, veo un matrimonio con un niño pequeño que viaja a upa de su padre, tiene el pelo muy rubio y sostiene con las manitos un oso de felpa marrón que lo abriga apenas del frío que desciende abajo de pantalones cortos. La madre viaja con la mirada perdida en algún punto del pasillo, como si viera la proyección de su propio viaje interno. Creo, definitivamente que no pueden ver mi presencia, y allí siento la incomoda sensación de ser un ghost. De no estar verdaderamente allí, a pesar de mi carpeta, mis cuadernos y los latidos fuertes que siento en el pulso y en el corazón se sale del pecho por contar que hay allí, en ese vagón, emociones desanudadas. El tren se detiene en la estación 20 de junio, sube una abuela con una bolsa tejida al crochet y su cartera negra con broche dorado, tiene un aspecto frágil, casi trémulo. Se sienta del otro lado del pasillo. Indiferente al paisaje vuelve al trabajo, la veo sacar del bolso un tejido, es algo así como un centro de mesa que se construye con un hilado fino color bronce. Me asombro, por un momento creo reconocer esos ojos color tiempo por debajo de los anteojos de armazón color miel. Teje la abuelita, con una sonrisa apenas dibujada, mientras espera que el mundo le devuelva algunos abrazos perdidos del otro lado del mundo.
Pienso en ese tejido desesperado y paciente a la vez de esa abuela, e imagino la obra terminada, arriba de una mesa rustica de pinotea clavada en tablas, quizá encerada a mano una vez por mes.
La veo tejer para evitar la desnudez fatal de las cosas.
Vestir la humildad de sus muebles con la habilidad de unas manos de mujer. Pienso, recuerdo, el titulo del libro de Benedetti, le doy otra forma: cuanta memoria ella teje a pesar de los agujeros del olvido, que se atraviesan solo de luz y aire. Sin letra posible.

La locomotora se detiene, casi llegando a Marcos Paz faltan casi totalmente las vías y los durmientes, el maquinista con las antiparras levantadas y el rostro tiznado de hollín conversa con el guarda que lleva su impecable chaqueta color beige y la gorra con visera, conversan y piensan. El guarda acaba de colocar el teléfono en el hilo del telégrafo, habla con el capataz de obra. Se ríen, por la respuesta.
-Dice que sigamos, que el va a poner vías imposibles de remover.
El maquinista se conmueve, esta sacudido, aturdido por lo que escucha de voz del guarda:
-Dice Don Nicolás que no tengamos miedo, que sigamos sin temer un descarrilamiento, que el pondrá rieles de letras, durmientes de palabras, y que estas echarán raíces de acero en los terraplenes. Y que hará balasto de vocales duras como piedras de Olavarría.
El maquinista y el guarda se cruzan una breve sonrisa, aceptan la irrealidad absoluta de la situación, van a seguir como debe seguir la vida misma.
Vuelvo a subir pero esta vez en el primer vagón desierto de pasajeros, me siento, me prometo a mi mismo quedarme allí hasta llegar, hacia afuera solo puedo ver nubes de vapor que se disipan contra el celeste cielo y un sol tibio que anuncia primaveras. Un grupo de golondrinas tempranas planea como descansando en el aire.

Llegamos. Sólo yo he bajado en esta estación, estoy bastante desorientado. pienso en buscar un bar, un lugar con dos mesas unidas donde pueda desplegar mis cuadernos y escribir algo, quedarme allí horas enteras para ver atardecer en espectros rojos olvidados por el sol detrás de la silueta de la estación. En el camino veo una estatua, -Es el león alado de San Marcos, -me responde con extrañeza un señor que cruza sin apuro con el diario de domingo enrollado bajo el brazo.
Veo al León y pienso en lo bello que sería volar sin alas.



*de Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
-Texto del 2003-





¿Y si en el 2009 nos atrevemos todos a desear?*



La vida de todos nosotros está regida tanto por los deseos como por los miedos. Quizá sea el momento de desequilibrar la balanza y apostar en serio por los sueños.



*Por Angela Pradelli
Fuente: ESCRITORA Y DOCENTE, PREMIO CLARIN DE NOVELA



Aquel año, al volver de la escuela después de dar mi última clase de literatura, solía cruzar por la barrera clausurada que está en los fondos de Turdera. El lugar era solitario, pero se cortaba camino. A pocos metros de la barrera hay una plazoleta con forma de triángulo que tiene una pequeña gruta enrejada y la imagen de una virgen que se erige hacia el oeste. La plazoleta está ubicada en forma paralela a las vías y aunque nunca se ve gente allí, siempre hay ramos de flores frescas enganchados a la reja de la gruta.

Un jueves vi a una de mis alumnas del secundario. Estaba con su chico y los dos, sentados sobre el banco de material frente a la virgen, se besaban con una entrega propia de devotos. Había que ver la pasión de la muchacha y la exaltación de ese cuerpo. Así fue cada jueves, durante muchos meses.

En "El beso", Antón Chéjov narra la historia de Riabóvich, quien al entrar a un cuarto a oscuras recibe un beso de una desconocida que luego se marcha.
El beso reformula la vida del personaje en términos de deseo: "se entregó por entero a una sensación nueva, que hasta entonces no había experimentado. Le estaba sucediendo algo raro. En la mejilla, a la izquierda del bigote, donde lo había besado la desconocida, le palpitaba una agradable sensación de frescor. Estaba colmado de un nuevo sentimiento extraño. Sentía ganas de bailar, de hablar, de correr al jardín, de reír a carcajadas. Se olvidó de que era encorvado y gris, de que tenía patillas de lince".

Chejov supo narrar en este cuento la potencia del deseo y el modo en que enciende un cuerpo. Como Riabóvich, mi alumna de Turdera irradiaba la luz de quien está transido por el desear. Un jueves, al cruzar la barrera, mientras la muchacha besaba a su chico devorándoselo, pensé que en algo se parecían
los besos y la escritura. Besar y construir un personaje son dos acciones que implican una exploración en la que indagamos al otro mientras que, al mismo tiempo, el propio cuerpo se revela como un territorio pleno de sentidos.

-¿Así que usted también cruza por la barrera clausurada, profesora? -me preguntó mi alumna una mañana mientras entrábamos al aula. Entonces supe que ella también me veía.

Lo de la paloma sucedió a fin de año. Habíamos dejado la puerta abierta porque hacía calor. Los alumnos estaban escribiendo y había en el aula ese silencio denso que se da mientras los estudiantes escriben. De pronto la muchacha de los besos gritó. Estaba pálida y unas manchas rojas habían empezado a brotarle en el cuello. "¿Qué pasa?", le pregunté. La muchacha se retorcía sobre su banco aterrorizada, con la vista clavada en una paloma que avanzaba por la galería en dirección a la clase. "Profesora, saque esa
paloma, me imploró. Saquelá".

A pesar de los gritos. la paloma llegó hasta el aula, se detuvo bajo el quicio de la puerta y amagó con entrar. Entonces la muchacha volvió a gritar. Ella, que cada jueves se metía en el misterio cavernoso del cuerpo de otro, se aterraba ahora frente a la mansedumbre de un ave de patas delgadas y frágiles.

Pensé entonces que la muchacha encarnaba de algún modo la estructura básica de la vida humana, en el sentido de que ésta se desarrolla sobre estos dos pilares: los deseos más viscerales y los propios terrores. Miedo y deseo son ejes que marcan nuestros días y deciden nuestros actos, mueven nuestros
pasos hacia aquí o hacia allá.

Tal vez incluso toda la literatura pueda dividirse en estos dos temas, ya que los personajes desean -o temen- la muerte, el futuro, lo desconocido, el poder, la gloria, la vida, al otro.

Somos seres deseantes. Pero habitamos un mundo que por momentos nos deja perplejos porque todo parece flotar en un sinsentido que va hundiéndonos.
Son momentos en que el deseo se descompone y la visión de sus restos desintegrados nos enceguecen, nos opacan. Nos transformamos entonces en seres miedosos. Pero salimos de la perplejidad aferrándonos otra vez a un anhelo que nos impulsa hacia adelante. Tejemos nuestra compleja interioridad sobre estas dos columnas que en esencia son el miedo y el deseo.

Hace poco, volviendo en combi hacia Adrogué, me encontré con aquella alumna.
Me contó que le faltaba poco para terminar una carrera universitaria y que ya estaba conviviendo con su pareja.

Entonces recordé la hondura y la avidez de aquellas escenas de descubrimiento y aprendizaje frente a las vías de un suburbio solitario.

-¿Y aquel asunto? -le pregunté.

-¿Cuál? -me inquirió ella. ¿El de las palomas? Ah, profesora -dijo y tiró la cabeza hacia atrás. Estoy cada vez peor.

Cuando la muchacha de los besos y las palomas se bajó en la curva de Turdera, enfiló por una de las calles laterales. Y estaba feliz.

Después me acomodé en el asiento, la combi volvió a arrancar y retomamos el viaje hacia destino. Tuve la certeza de que nunca podremos ahuyentar del todo a las palomas que merodean nuestros cuerpos. Pero, por qué no desear.

Y que los deseos sean una cuestión central en nuestras vidas, que tracen los caminos por los que elegimos andar.

Estamos próximos a estrenar un año. Al brindar, por qué no ponerles las palabras precisas a nuestros deseos para el 2009 y pronunciarlos por fin con todo el aire.



*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/diario/2008/12/29/opinion/o-01830235.htm






The walls*



Una pared es siempre una tentación propicia,
un no laberinto de lisas indulgencias.
Lo saben los pintores,
las humedades y las hiedras,
las fechas y las flechas en los corazones,
las súbitas coreografías de los pájaros y las cometas,
los perros que a menudo la sostienen,
las citas sin nobleza,
algún graffiti del orden de:
"si orino afuera, es mea culpa",
la vocación de los fusiladores.
A veces la interrumpe algún zaguán
para albergar noviazgos de ocasión,
allí, donde no alcanzan
las delaciones del foco de la cuadra.
Una vez un poeta,
apoyando la frente sobre una leyenda que decía:
"prohibido fijar carteles",
lloró de frustración alejandrina.
Se han podido leer en ellas
fusiones memorables:
"VIVAN EL COMUNISMO Y EL SANTO GRIAL"
y debajo, bien a la derecha, una svástica,
impotente ante el desorden general.



*de Abel Schaller. abelnegroschaller@yahoo.com.ar
Paraná, septiembre de 2007





Balancearse*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona



UNO Ya lo dije muchas veces: mi época favorita del año son esos días que van del 24 de diciembre al 2 de enero (y, por aquí, porque esta es una monarquía mágico-democrática, hasta el 7 de enero). No es que me gusten especialmente las fiestas, pero sí aprecio el efecto que producen en el inconsciente colectivo y en ese inconsciente individual que soy yo. Un balanceo entre híper-lúcido y zombie mientras el teléfono no suena, nadie llama a la puerta y la casilla del email desborda de felicitaciones findeañeras de gente que nos deseó lo peor durante el resto del año.


DOS Lo del principio: son días raros, son días casi nocturnos, son días en animación suspendida, son días congelados (aquí potenciados por una borrascosa ola de frío y lluvia y granizo que no parece tener fecha de vencimiento), son días donde se piensa mucho. Son días, se supone, donde alegremente se toman decisiones para lo que vendrá y se bebe el fondo amargo de la botella de lo que pudo haber sido pero no fue. Así, está el que en Los Angeles decide vestirse de Papa Noel para hacer volar a toda su familia por los aires (“No podemos creerlo. Era un hombre normal y afable”, vuelven a decir los que se juntan a contemplar las llamas) o los que deciden ponerse a tirar petardos y misiles antes del 31 de diciembre (la historia interminable de Israel & Gaza y alrededores) y estoy yo escuchando las íntimas detonaciones de mi mente y, mejor, antes de que sea demasiado tarde, me pongo a escribir un cuento que transcurre muy lejos, ahí nomás.


TRES Y por la noche –la noche del 24– con el deber cumplido, respetar ciertos ritos locales que ya hice míos. El discurso del Rey (quien dijo cinco veces la palabra crisis) y que, al día siguiente (tuvo menos rating que en el 2008: 200.000 espectadores menos o, quién sabe, 200.000 republicanos más), es analizado por las diferentes formaciones políticas como si se trataran de las palabras de un oráculo infalible. Y no está mal lo que dice. Y a mí el Rey me cae muy bien. Pero, seamos sinceros, los dichos del Rey no tienen la ligereza de los del Rey Palito, pero tampoco alcanzan la sabiduría absoluta de los del rey Salomón. Son palabras sensatas de un hombre sensato, de un rey realista. Dentro de este esquema bíblico/simbólico, Zapatero vendría a ser un Rey Mago que vale por tres: se ha reunido con todos los presidentes autonómicos y les ha prometido que, si se portan bien, todos tendrán sus alcancías llenas para jugar. El problema va a ser (ya lo advierte Rajoy en plan ominoso Padre Tiempo y el saltarín Aznar como la perfecta encarnación del siempre agorero “mensajero malvado” en Proverbios 13:17) cuando haya que cumplir todo lo que prometió. Pero para entonces ya será el 2009 y –se sabe, consenso absoluto– el 2009 será uno de los años más horripilantes de toda la Historia y toda la culpa será suya y nada más que suya. Así que propongo saltearlo y Feliz 2010 para todos.


CUATRO Pero, claro, la cosa no es tan sencilla, pensé entonces, cuando se fue el Rey y entró El Niño. No El Niño Jesús, sino El eterno Niño Raphael, quien todos los 24 de diciembre –mientras buena parte de la humanidad festeja el nacimiento del Mesías– autocelebra su renacimiento con incombustible gozo. Felicidad que, está seguro, todos comparten por su permanencia y por el medio siglo de alegrías que nos ha entregado. No creo que todos sientan eso, pero yo sí. A mí Raphael me ha dado mucho y –todo parece indicarlo– me seguirá dando mucho más. El especial de este año tuvo la pompa añadida de los números redondos, el lanzamiento de un disco autohomenaje en el que lo acompañaron sus amigos de siempre, su hijo cantante y admiradores confesos como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina y Enrique Bunbury. Y –lo mejor de todo– mucho material de archivo. En especial, de sus películas de los años ’60 y ’70 (jamás olvidaré Póster Boy o aquella otra en que busca a su hermano pianista por los tugurios y callejones de un barrio de La Boca que parece de novela de David Goodis) que, se descubre enseguida, son siempre la misma película. Allí, en unas y otras, se repiten idénticas situaciones: escenas de fans enloquecidas, escenas de Raphael respondiendo con aire iluminado a las preguntas de los periodistas y –momento formidable– Raphael perseguido por multitudes, subiéndose a un auto, y alguien le lanza un “Raphael, ¿usted se droga?” Y El Niño, todo dientes, responde: “¿Drogarme? Pero si yo soy siempre así de divertido”. Y Raphael no mentía, no miente y no mentirá. Una cosa queda clara: Raphael no está –ni estuvo, ni estará– en crisis. Las crisis son para los otros.


CINCO Y la crisis es para los españoles. No hay revista o suplemento que no dedique por estos días primeras planas y suplementos especiales al porqué pasó lo que pasó y cómo fue que no se vio venir. Lo que –entre noticias findeañeras de esas que se refieren a cosas como la sangre de los neandertales– a mí me causa cierta sorpresa. En España se viene anunciando esta crisis desde hace por lo menos ocho años como algo inevitable, cuando bajara la alucinada y alucinante fiebre inmobiliaria. Lo mismo en el resto del mundo con todo eso de las subprimes y valores tóxicos e hipotecas basura. Por suerte, parece que Obama es Dios. Rezo que no lo crucifiquen.


SEIS Y puestos a creer –luego de la lluvia de millones del Gordo caídos en Barcelona– me compré un boleto para la Lotería del Niño. Encomiendo, sí, mi alma a Raphael. Pero no creo que se repita el milagro y, además, se han robado el Jesús del pesebre del Ayuntamiento y eso se paga. Así, seguro que –de nuevo– el premio se lo llevan los habitantes de un pueblo que nadie conoce con nombre como Chupitos del Mogollón o Pantorrillas de Pijos y que –siempre lo he sospechado– no son más que actores saltando frente a una escenografía por unos pocos euros.


SIETE La cosa es así: la Navidad es para los creyentes, los Reyes Magos para los crédulos y el Año Nuevo para aquellos a los que nada les gustaría más que creer en algo. Por lo pronto –mientras dan las doce campanadas– creen que, una vez más, mientras se balancean entre tañidos, no morirán atragantados en el ritual ese de las doce uvas.
Lo que –como están las cosas– no es poco.



*Fuente: Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-117495-2008-12-30.html








NOMBRES EN LA NOCHE*




aquí tomando sol de bajo calibre
masticando la casa de una ostra
bebiendo vino fino con arena gruesa
pachorrientos y sin embargo produciendo
[nuestros propios opiáceos
—endorfinas y encefalinas—
y hasta la mesma anfetamina
imprescindibles para todo criollo que se precie

no fue en la antigua grecia (o roma en su
[defecto)
ni fue en una isla —formentera, mayaguana,
[rarotonga— contemporánea de la estupidez
[o el descuido
ni fue en un claro u oscuro del bosque o caballo
ni fue a través de acuerdos moleculares
o de otros naturales frangollos
torrentes como el sanguíneo
popeye balanceando tatuajes
olivia detrás de la concertación de sus pestañas
la espinaca dotando al marinero
cartoon

retomando a la estupidez por sus orejas tóxicas
nos permitiremos reiterar países y provincias
imprecisamente habilitados por indiscernibles
[monigotes
que blanden nuestros nombres en la noche
cerrada a vaticinios



*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







Laurel y Hardy*



*Por Osvaldo Soriano


Para reconstruir la historia de Laurel y Hardy hay que contar un tiempo de miseria, ansiedad, fulgor, decadencia y olvido. Es necesario sentir vergüenza y rencor, soslayar la tentación de la pena -ese sentimiento infame-, para recordar las frustraciones de dos hombres vulgares pero estupendos.
Hace cuarenta y cinco años, en un modesto estudio de Hollywood, el productor Hal Roach integró la pareja que revolucionaría la técnica de la comicidad.
Stan Laurel estaba buscando una oportunidad para dirigir una película y Roach se la otorgó. El actor principal sería un obeso comediante de segundo orden, un payaso al que no se concedía demasiado crédito.
En un momento de la filmación, Oliver Hardy, que personificaba a un repostero, cometió una de sus torpezas habituales y se volcó una olla con aceite hirviendo sobre un brazo. Stan corrió en su ayuda: juntos armaron un alboroto que fascinó a Roach. Enseguida supo que estaba ante el comienzo de
un gran negocio.
En enero de 1892 nacieron dos de los protagonistas de esta historia. El 18, en Atlanta, Georgia, Oliver Norvelle Hardy, hijo de un prominente político local. Cuatro días antes, en Elmira, Nueva York, había nacido Hal Eugene Roach. Se encontraron muchos años después pero al parecer tenían demasiadas
cosas en común. Charley Rogers, un director que trabajó con ellos en varias películas, dijo: "Babe (Hardy) y Hal eran enteramente semejantes. Stan, en cambio, no se les parecía en nada, pero entre los tres formaban una curiosa amalgama que era como una moneda de oro puro".
Hardy se recibió de abogado y puso una fiambrería con el dinero que su padre le dio para el bufete. Intolerante, el político lo echó de la casa y Ollie pensó entonces que podía vagar de ciudad en ciudad cantando en cualquier parte. Tenía voz de tenor y quería ser comediante, jugador de fútbol, cantor, golfista, algo que le permitiera vivir en plenitud lejos de la severa mirada de su padre.
En 1913 consiguió un puesto en el cine, más por causa de su físico que por sus cualidades. Parecía un bebé malcriado: su cara era sonrosada, su mirada huidiza, su barriga descomunal. Trabajó en los estudios de Lubin, uno de los fundadores del cine norteamericano, en Florida, pero pronto se cansó de los compromisos y decidió viajar. Se sabe que estuvo en Australia, pero ninguno de los historiadores del cine podría asegurar qué hizo por allí.
Tampoco se sabe a ciencia cierta qué buscaba en Buenos Aires, hacia 1914, cuando trabajó unos meses en el Pabellón de las Rosas, en Palermo, junto a Juan Maglio, Pacho, el bandoneonista. Cuando un argentino se lo preguntó, mucho tiempo después, Hardy bromeó: "Yo pesaba más de trescientas libras y
como el tranvía me dejaba a ocho cuadras del lugar no me sentí capaz de continuar trabajando allí".


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/index-2008-01-03.html








ARTISTAS, LOCOS Y CRIMINALES*



*Por Osvaldo Soriano


Más difícil es hallar algún indicio que recuerde el paso por el teatro Casino, en 1915, de un flaco desgarbado que actuaba como payaso en la troupe de Flynn. Era Stan Laurel y las revistas de la época, aunque comentaron la actuación del grupo, no dedicaron ni una línea al desconocido cómico.
Stan había llegado a Estados Unidos el 2 de octubre de 1912 como integrante de la troupe inglesa de Fred Karno, que iniciaba su segunda gira por ese país.
Con Stan viajó Charles Chaplin, el astro del conjunto. Ambos pensaban quedarse en Norteamérica para buscar trabajo en el cine. Hasta entonces, Laurel era el suplente de Chaplin.
Charlie consiguió su primer trabajo en seis meses. Laurel tardó cinco años en ingresar en el cine. En el ínterin se ganó la vida en circos y cabarets.
Sus primeras películas no tuvieron éxito comercial, pero se lo respetaba como un comediante inteligente, sagaz.
Stan Laurel desplegaba todas las mañanas los diarios para saborear la fama de aquel hombrecillo talentoso que había llegado con él en un barco de ganado. Chaplin era reconocido ya como uno de los más geniales comediantes que habían llegado al cine.
Stan intentó saludarlo varias veces, pero Charlie no lo atendió nunca.
"Estaba muy ocupado", suponía Laurel.
Los últimos días de 1926, Stan se emocionó al saber que iba a dirigir una película. Ese gordo a quien tenía que señalar los pasos de su primera comedia tenía pasta. Era algo despreocupado, torpe y displicente, pero servía. Cuando Stan vio que volcaba el aceite, creyó morir. De pronto, todo iba a parar al demonio. Entonces corrió a ayudarlo.
De aquella idea de Roach surgió Slipping Wives, un éxito con pocos precedentes. El público se dislocó de risa ante la asombrosa plasticidad de esos hombres que destruían todo a su paso. El cataclismo se convertía de pronto en poesía, como si las leyes del mundo se alteraran de pronto y la destrucción del orden fuera, por fin, bienvenida.
Alerta, la Metro Goldwin Mayer contrató al equipo capitaneado por Roach y la serie de filmes de Laurel y Hardy creció hasta ganar todos los mercados.
Parecían tan sólo dos buenos payasos hasta que en 1929 filmaron Big Business, tal vez la película más cómica de la historia del cine (en la Argentina se la conoce como Ojo por ojo).
En adelante, Laurel y Hardy trabajaron en los estudios buscando la perfección. Cada una de sus películas tenía el simple objetivo de hacer reír con un método inédito en Estados Unidos: la destrucción de la propiedad y la burla a la autoridad, los valores más preciados por los norteamericanos de entonces.
Stan era el cerebro de la pareja. Ollie -ya sus amigos preferían llamarlo Babe- se despreocupó de la técnica y del trabajo silencioso. Prefirió jugar al golf y perseguir mujeres, mientras su compañero pasaba horas frente a las moviolas perfeccionando cada detalle.
Nadie, hasta entonces, había dedicado tanto tiempo a la construcción de un gag. Laurel quería que cada situación pudiera desprenderse del contexto del guión como una obra en sí misma. Así, sus películas parecían endemoniadas cajas chinas en las que cada vista era independiente del resto, pero a la vez le daba sentido. Stan Laurel inventó el gag. Le concedió un crescendo, un clímax y una deliciosa caída. Cada gag del Gordo y el Flaco semeja un espléndido orgasmo con toda su furia, su desesperación y su necesario alivio. Como incansables amantes, el Gordo y el Flaco provocaban una y otra vez ese clímax.
Hardy dijo una vez que ellos no necesitaban planes previos; bastaban las instrucciones de Stan para iniciar una toma exitosa. Ocurría que esas instrucciones eran el producto de un paciente estudio. "A veces bastaba un perro para iniciar una toma -contó Ollie-, y llevarla adelante. Stan hacía algo y yo lo seguía y daba pie para que él hiciera otra cosa y yo otra y después Stan hacía el montaje y todo era perfecto."
Cada vez que terminaban una escena, a su alrededor flotaba el desastre.
Casas y autos eran destruidos, los policías violados, los matrimonios traicionados. ¿Y el american way of life? Tal vez Stan no haya querido provocar esos cataclismos en la sociedad, pero todas las películas que creó los contenían como si la anarquía fuera su manera de expresar una sociedad despiadada.
Cuando la demanda del mercado y sus contratos con la Metro los obligaron a filmar largometrajes, comenzó la decadencia de Laurel y Hardy. Pero no sólo la obligación de dosificar los gags en una hora y media de celuloide los llevó al fracaso. El paso de comedia amable, picaresca, no era el fuerte de
Stan. El creciente éxito de los hermanos Marx terminó por apabullarlos. Al comenzar la guerra, Laurel y Hardy estaban terminados.
Stan se recluyó. Hardy marchó al frente. Como un Mambrú insólito, se unió a las tropas que asaltaron el peñón de Gibraltar. Empezó como oficial, terminó como oficinista.
Cuando Ollie retornó a Estados Unidos, se reunió con Stan y firmaron un contrato para rodar algunas películas. Fueron, sin excepción, absolutos fracasos. Toda la grandeza de la pareja había quedado atrás. El desconcierto ante una realidad que los alejaba de su propia historia desencadenó la tragedia. Ningún productor quería ya a esos viejos comediantes vacíos.
La decadencia del Gordo y el Flaco se acentuaba a medida que los historiadores iniciaban el descubrimiento de su genio pasado. Laurel y Hardy eran tan sólo espectros de una época esplendorosa. Sin un dólar en sus bolsillos (nunca reservaron derechos sobre sus filmes), comenzaron a vagar otra vez por los teatros del interior. Quienes los vieron en los escenarios recuerdan sus gags como burdas parodias, como parábolas perfectas de un círculo que se cierra. Hacia 1949 hicieron su primera gira por Europa y trabajaron en París, donde el público los adoraba. Por fin, filmaron Atoll K, una experiencia horrible. "Cada vez que caían al suelo parecía que no podrían levantarse jamás. Se imitaban a sí mismos, pero con un infinito cansancio", escribió un crítico francés.
A su regreso a Estados Unidos, la pareja no tenía otra posibilidad que la vuelta al vodevil.
El hijo de Hal Roach -también productor-, en un intento por recuperar la grandeza de la pareja creada por su padre, les ofreció filmar una serie para la televisión. Parecía, por fin, que la vida les daba otra chance. Entonces Stan, que era diabético, sufrió un ataque y estuvo al borde de la muerte. El plan se frustró y tuvieron que vivir, junto a sus mujeres, en pensiones de segundo orden.
Desesperado, Ollie recordó que John Wayne había sido uno de sus amigos. "El nos ayudará", le dijo a Stan. "Nadie te ayudará ahora", le contestó el Flaco.
Ollie concertó una cita con la secretaria de Wayne, uno de los más influyentes hombres de Hollywood, y una tarde se fue a verlo a su residencia. Ese día recibió la que tal vez sería su última humillación: el
cowboy le dio un papel en una película del Oeste como actor de reparto.
Ese acto de villanía, ese gesto de despreciable beneficencia ensayado por Wayne, hizo exclamar a Buster Keaton (quien también estaba casi en la miseria): "Ellos cometieron el error de hacer reír a un país violento y sin alma, que íntimamente los amaba pero terminó despreciándolos". John Wayne
fue tan sólo el ejecutor de esa reacción.
En 1953, Laurel y Hardy emprendieron viaje a Gran Bretaña, en un intento por olvidar sus penurias. Darían algunas funciones en teatros rurales y el Flaco volvería a ver a su padre, un viejo comediante del teatro de Lancashire. Un periodista inglés, que entrevistó a Laurel, escribió que aquellos hombres
eran los espectros de una historia que podía volver a verse cada día en un cine cualquiera del mundo.
Se sabe que Stan vio a su padre. Los viejos actores cenaron juntos y no hablaron. Un apretón de manos fue la despedida: Stan partía otra vez hacia Estados Unidos, pero ya no buscaba nada.
Un año más tarde, Ollie tuvo un par de ataques al corazón y quedó semiparalítico. Su mujer lo internó en un hospital de Burbank y allí se quedó en un sillón de ruedas, empujando su cuerpo que había perdido sesenta kilos, hasta su muerte, el 7 de agosto de 1957.
Stan, que sufría otro ataque, no pudo ir al entierro. "Tuve suerte -diría más tarde-, porque Ollie murió en la miseria más absoluta. Yo aún puedo pagar mi habitación." En esa pieza de una pensión cercana a Los Angeles pasó sus últimos años, recibiendo apenas la visita de sus tres alumnos, Dick van Dyke, Jerry Lewis y a veces, Danny Kaye. "Dick es el más talentoso -escribió-, me gustaría que si alguien se interesa alguna vez por filmar mi vida, sea él quien lo haga."
El 23 de febrero de 1965, cuando Stan murió, Van Dyke leyó la oración fúnebre en el cementerio de Forest Lawn. "Stan nunca fue aplaudido por su arte porque él se cuidó muy bien de esconderlo. El sólo quería que la gente riera", dijo el actor.
Más de trescientas películas han quedado archivadas en las cinematecas de todo el mundo. La Metro produjo siete antologías de sus obras. Blake Edwards, Pierre Etaix, Jean-Luc Godard, han intentado a partir de la técnica del gag de Laurel y Hardy abrir nuevos caminos para la comicidad. No lo han
conseguido. Tal vez la decadencia de Stan y Ollie, su tragedia, hayan señalado el fin de una época en el cine norteamericano: la de los antihéroes absurdos.



*Este retrato está incluido en Artistas, locos y criminales de Osvaldo Soriano.
-Se reproduce por gentileza de laEditorial Seix Barral (Biblioteca Soriano).



-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/subnotas/96940-30615-2008-01-03.html





MENÚ*




memeces y naderías banqueros y bancarios
ojos de agujas y ojos de buey
castas y castizas
gentes de capital y de capital federal
mundos e inmundos juntos y aislados
confluyen en el menú con silabeos y gemidillos
[de cómo
cae la lluvia en karaganda y en tacuarembó
para plasmarlo con fondo plúmbeo
de inequiparables extranjerías
o extranjerías equiparables

vuelvo transido de perfil y tres cuartos
y de frente frío o caliente
informó juan que apostó pedro
pedrojuanismo utilitario
lo mismo para un pulido que para un rascado
menú
maní
maná



*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







Correo:


*

A todos quienes componen INVENTIVA SOCIAL, mis mas sinceros deseos de un año pleno en Paz, con salud y trabajo!
Nos seguimos viendo, un gran abrazo virtual


*Maritza. maritzapozzi@hotmail.com




*

Hola Eduardo:
Quiero hacer una invitación para participar de un grupo que estamos formando en Argentina, de La Alianza para una Nueva Humanidad.
http://www.anhglobal.org/es/quienes


La Alianza reconoce como su visión medular, la unidad de toda la vida, y abraza las más nobles aspiraciones de la humanidad, tal y como han sido proclamadas por todas las tradiciones espirituales y humanistas, que hacen un llamado a la compasión y celebración de la vida. Los valores y principios
del movimiento emergente de una nueva humanidad y de la Alianza, cuyo propósito es servirle a éste, se fundamentan en el apoyo de leyes, causas, acciones, que favorezcan el respeto por la vida, la dignidad humana, la libertad, el equilibrio ecológico y la paz.
El principio esencial de la Alianza es la conciencia basada en la inseparabilidad de la vida, en donde todo está interconectado, por lo tanto, nuestro bienestar es el bienestar de todos. Creemos que esta conciencia no puede ser pasiva, de lo contrario permanecería irrelevante, tiene que ser expresada para el beneficio de todos a través de un servicio que beneficie la vida de todo ser humano.

Tendremos participación por internet, y para quienes lo deseen reuniones y acciones en conjunto dentro de nuestra comunidad. Las ideas saldrán del grupo.

Pueden comunicarse a través de clarabritos@gmail.com.ar

saludos fraternales.


*Clara Britos. clarabritos@yahoo.es




Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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miércoles, diciembre 24, 2008

PALABRAS MEZCLÁNDOSE EN LA QUIETUD DE LA NADA...



ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.



MEMORIAS DE REPTIL*



La voluptuosidad de mi cuerpo ardiendo,
Reverberando bajo los rayos del sol,
Reposar contra la blanda arena.
Estirarme perezosa y volver la otra mejilla...


La increíble, inagotable sensación de subir,
Trepar, escalar,
Todo lo que sea subible, trepable o escalable,
Siempre hacia arriba, rumbo al cielo...


La piel pegada a la corteza vegetal,
Su rugosidad arañando mi carne,
La soledad de las ramas más altas,
De nuevo el sol que nos calienta...


El amor por tenderme a dormir en las piedras,
El placer por huir, por ocultarme,
Por mutar de envoltura si es preciso.
El infinito goce de enroscarme...


El saber apretar los anillos hasta el fin,
El engullir lentamente, saboreando,
La digestión demorada de la presa,
Ese balanceo inconsciente ante un solo de flauta...


La incansable búsqueda del veneno del saber,
El no haber aprendido a guardar secretos,
La pasión por las manzanas,
El querer jugar a ser Dios...


Detalles como estos
Confirman que un día fui serpiente.


*de Marié Rojas.





PALABRAS MEZCLÁNDOSE EN LA QUIETUD DE LA NADA...





DESANCLAR SUEÑOS*


POEMA I


Cada ilusión me transforma
en algo que siempre soñé.
Ser palabras mezclándose
en la quietud de la nada.


Busco más allá
inquietantes palabras.
Me disfrazo y salgo al corredor
persuadida por la agonía del momento.
Agazapándome en los rincones
descubro los fragmentos del silencio.
Traspaso los condensados vapores.
Asfixiada,
salgo a la intemperie.


Partículas de vida
se agolpan en mis manos.
Divago de rincón en rincón,
revuelco mi sentir en la espesura.
Con los dedos destrozados
mezclo el dolor con la muerte.



*de MARTA BEATRIZ MULTINI.











Golpes a la dignidad de los ancianos*



El final del BIR [1] – desastroso - para el experimento monetarista-, no borró el aprendizaje del saldo, el debe y el haber, esas tres columnas realizadas en esa entidad bancaria, una, dos, tres … y hasta el hartazgo y cuando lo decidía Rafael Trozzo [2]. Pero hoy se trataba de otros haberes, aunque por la magra suma podría decirse solo haber.

Para comenzar éste relato:

Estábamos miles de almas en el Banco de Corrientes, no éramos una sola marea humana, sino tres:

1. En filas bordeando el tránsito de la calle, estoicamente recibiendo rayos de un sol intenso e inmenso. Filas que luego iban ingresando al edificio mientras se convertían en sucesivos caracoles, otorgando sensaciones de absurda dialéctica.

2. Otro tramo, que apenas dura uno o dos suspiros, en sillas.

3. El último: entre corralitos de cuerdas, de nuevo, alineados, disciplinados (como dice Foucault).

Y que ve uno en esa interminable lucha que significa acceder al cajero?

Cuerpos

desvencijados, vencidos, hundidos por infinitas arrugas, que se arrastran como sosteniendo el peso de todo un siglo y que se estremecen ante cada paso, que demanda una eternidad.

que hablan de comidas enfermantes y de mala calidad.

cubiertos por sencillos batones, adquiridos a bajo precio en el mercadito paraguayo, al igual que los pantalones de faena, pisando con alpargatas, chinelas o lo que venga.

Rostros

sin cirugía, - lejos de esos otros, marquetineramente propiciados por una TV tinelizada - que otorgan presencia a nuestra cultura morena y que asumen el contraste, cuando resplandecen con sus claros cabellos, aunque sean higienizados con jabón de lavar la ropa.

Bocas

jadeantes, a veces sin dientes, que buscan a Ives, aunque al igual que en pleno desierto, agua, no hay…

Ojos

susurrantes, tranquilos

Cuerpos como síntesis y producto de trabajos y trabajos, todos precarísimos.

Allí estamos frente a un sistema que no los incluye, formando filas y nuevas filas y así como en la escuela primaria, obedeciendo la obediencia.

Cuando llego al cajero, sueño y deseo que la Navidad permita alguna feliz desobediencia con los $ 200 de Cristina!!



*De María Bar. barmaria@ciudad.com.ar

[1] que construyó un poderío pagando importantísimos intereses por depósitos que tenían garantías del Banco Central
[2] Banquero del BIR







El Estado tiene dos varas para penar delitos*




El poder público promovió -en estos días y simultáneamente- el encierro de los menores delincuentes y la plena impunidad para el dinero "sucio".




*Por Roberto Gargarella
Fuente: PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL (UBA, DI TELLA)




Parte de lo sucedido, política y jurídicamente, en estas últimas semanas, nos ofrece una extraordinaria metáfora acerca de los modos en que el poder público se relaciona con cuestiones básicas de justicia social y justicia penal.

Notablemente, en estos días la atención pública se centró sobre dos discusiones fundamentales sobre el derecho y la pena. La primera, qué hacer con los menores que delinquen, y la otra, qué hacer frente al dinero "ilegal" que quiere ingresar al país. Entre las dos cuestiones citadas existen vínculos y diferencias que conviene marcar.

Por un lado, ambos casos nos refieren a delitos de importancia en la actualidad y que generan, a diferentes niveles, preocupación colectiva. Por otra parte, y al mismo tiempo, tales crímenes se distinguen por un aspecto de enorme importancia: los primeros -faltas graves cometidas por menores- suelen concentrarse en individuos provenientes de los sectores más desaventajados de la sociedad, mientras que los segundos -el dinero que no paga impuestos, el dinero que se pretende "lavar"- nos refieren a delitos que son más habituales entre los miembros de las clases acomodadas.

El poder público se ha mostrado decidido a enfrentar a ambas cuestiones, y al hacerlo, nos ha dejado en claro cuáles son sus prioridades y compromisos.

Frente a la presencia de ambos tipos de faltas, el Estado contaba con múltiples respuestas a su alcance. Una alternativa hubiera sido la de afirmar, por ejemplo: "no nos importa si quien comente el crimen es rico o pobre, si es culto o analfabeto, si es más joven o más viejo. Estamos decididos a enfrentar al delito, cualquiera sea, y quien sea que lo comenta, con todas nuestras energías". Esta hubiera sido una respuesta formalmente neutral (aunque, podría agregarse, no sustancialmente neutral) basada en la premisa de que el Estado debe responder al crimen con absoluta independencia de la persona que lo comete, de su condición o proveniencia.

Una respuesta alternativa pudo ser la siguiente: "Yo, Estado, cargo con una enorme responsabilidad por los crímenes que la pobreza alienta, y es por eso que mi prioridad al respecto será la de eliminar las causas sociales que dan origen a los delitos cometidos por menores". Esta respuesta implicaría distinguir entre ambos tipos de crímenes -no tratarlos como equivalentes- y mostraría al Estado consciente de las faltas que comete al no asegurar educación y cuidados para los que están peor. La idea sería que no es lo mismo si una persona en situación de desesperación extrema comete una falta, o si quien la comete es una persona pudiente, con plena capacidad para actuar de otro modo.

La respuesta que eligió dar el poder público, sin embargo, no fue ni la primera, agnóstica o indiferente frente al origen social de las personas que delinquen, ni la segunda, más sensible frente a las circunstancias sociales del delito. La respuesta por la que se optó fue diferente a ambas, y se caracterizó por una abierta e injustificable toma de partido a favor de los delitos cometidos por los miembros de los sectores más pudientes de la sociedad.

En efecto (y contra lo que exigen principios de humanidad tanto como los propios tratados internacionales que el Estado ha constitucionalizado), el poder público promovió en estos días, a través de sus discursos, prácticas e iniciativas, el encierro de los menores delincuentes, a la vez que una plena impunidad para los delitos relacionados con el dinero no declarado o "sucio".

Conviene no pasar por alto el tremendo valor simbólico de lo que ha ocurrido. Para el poder público, los delitos llevados a cabo por los más débiles entre los más pobres deben ser objeto de las respuestas penales más extremas (privación de la libertad para los menores que cometan ofensas). Mientras tanto, para los crímenes cometidos por los sectores más aventajados se reserva el premio de la impunidad, celebrado -como esta vez- con el aplauso, la emoción y el júbilo de alguna olvidable sesión parlamentaria.



*Fuente: Clarín.
http://www.clarin.com/diario/2008/12/23/opinion/o-01827382.htm







Dieta*



Creía que conocerte había sido una suerte, pero te metiste tan dentro de mi que he engordado sesenta kilos. Ahora tendré que ponerme a dieta para eliminar el amor que te tengo y los kilos que me has añadido.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es









Cuento de Nadidad*




*Por Beatriz Vignoli



Estaba una Nochebuena en su casa de Atopia, trabajando hasta tarde, iluminado sólo por el resplandor de la pantalla del pesado y grueso monitor de su obsoleta PC, el generoso Scrooge. Era una de aquellas noches de diciembre del hemisferio sur, tan pesadamente calurosa que el aire mismo parecía hincharse como un odre lleno de vino rancio. Afuera, el cielo estaba a punto de estallar en una de esas lluvias temperamentales que en verano convierten a Atopia en una sucursal del trópico. Por la ventana, abierta de par en par, una brisa perezosa amagaba con entrar arrastrándose pero se detenía, tímida, antes de ingresar a la casa de Scrooge. A lo lejos se oía una masa de griterío de chicos, explosiones de petardos y gemidos de perros con los tímpanos heridos por el ruido de los petardos. La mezcla era atravesada de tanto en tanto por ráfagas de cumbia a todo volumen, provenientes de alguna moderna camioneta tuneada cuyo equipo de audio iba emitiendo a su paso un sordo bum, bum, bum, que hacía chirriar los vidrios
de las casas.
Por eso le pareció mera imaginación de su mente agotada cuando oyó sonar el timbre de la puerta de calle. Eran, para entonces, las doce menos cuarto.
"Sea quien sea, llega justo a tiempo para brindar", pensó agradecido el generoso Scrooge, quien en la prisa por terminar el trabajo dentro del plazo estipulado no había salido ni siquiera a comprar una sidra. Tenía (fue recordando mientras bajaba las escaleras; al menos vivía en un primer piso)
una botella de piña colada sin abrir, sobrante de las fiestas de un año atrás... En el umbral se presentó un hombre joven, pálido, trajeado como para un funeral.
-Tenga usted una muy feliz Nadidad. ¿Ebenezer Scrooge?
-Sí, soy yo.
El joven le estrechó la mano derecha. En la izquierda llevaba un maletín.
-Mucho gusto. Mi nombre es Marley. Soy un espíritu de las Nadidades perdidas, representante de Espíritus de las Nadidades Perdidas (Ghosts of Christmas Lost) S. A. Hemos elegido su nombre al azar de entre una lista de lectores de Charles Dickens y venimos a ofrecerle una oportunidad única de
transformar completamente su vida.
"Qué irá a venderme ahora", se preguntaba para sus adentros el generoso Scrooge. Y temblaba, porque se sabía incapaz de negarles una moneda a los vendedores ambulantes, cuidacoches, malabaristas callejeros, changarines y mendigos. Pero dijo:
-Adelante. Disculpe el desorden, es que estoy tapado de trabajo.
-Bueno, qué suerte -comentó jadeante el vendedor, o lo que fuera, mientras los dos terminaban de subir las escaleras y el generoso Scrooge abría la puerta. El autodenominado Marley alcanzó a pedirle permiso en un suspiro exhausto antes de apoyar el pesado maletín en la mesa del comedor. Lo abrió:
era una notebook.
-Siéntese, por favor. ¿Desea tomar algo?
-Gracias, es usted muy amable, pero no tengo tiempo. Tengo que seguir visitando a varios lectores más antes de que se emborrachen o se empastillen y se duerman. Le haré sólo una pregunta.
-Pregunte, nomás.
El joven seguía de pie.
-Responda por favor con nombre y apellidos completos. ¿A quién de todos sus familiares, parientes, amigos y conocidos usted más desea ver en este momento?
-A mi hermana Fan Scrooge, hoy más conocida como la señora Dick Wilkins. -Su deseo es concedido -dijo el intempestivo visitante mientras la hora 24 estallaba en el estrépito de la medianoche nadideña: el primer minuto del 25.
-Feliz Nadidad, amigo Marley.
-Feliz Nadidad, señor Scrooge.
Y por la pantalla pasó el brindis de Nochebuena en el salón principal del country de la dichosa familia Wilkins. Animado por el espíritu nadideño y por el frescor del aire acondicionado, tratando de no manchar el mantel de lino, Dick destapaba un champagne de primera calidad mientras la mesa
revelaba las sobras de un opulento lechón asado con acompañamiento de ananás, cerezas y toda clase de confituras. Los esposos Wilkins brindaban y se besaban mientras sus dos hijos pequeños corrían hasta el enorme arbolito, decorado con mil diodos LED de colores, a desempaquetar los carísimos regalos del Niño Dios: autitos de verdad, peluches de dos metros de alto y dos de ancho. A cada rato se oían los alegres ringtones de los cuatro teléfonos celulares, que cuando no estaban sonando hacían brillar sus
flashes sobre las caras sonrientes.
-Y de mí ni se acuerda... ¿Alguien de mi familia me tendrá presente esta noche?
El misterioso visitante pulsó unas teclas. Casi al instante, en su pantalla de cristal líquido se dibujó el rostro del querido primo Fezziwig, a quien el generoso Scrooge había ayudado a levantar su fábrica de implementos agrícolas allá por 2002. Alrededor de un tablón sobre dos caballetes, repleto de porrones vacíos, una horda de sobrinos de entre once y veinticinco años (todos varones y todos vestidos íntegramente de negro con remeras holgadas, vaqueros bombilla, zapatillas, aritos, tachas y pelos
revueltos) se peleaban por ver quién encendía y lanzaba primero al aire una bengala rosa.
-No sean boludos, se pueden matar. Ustedes son más boludos que el tío Scrooge.
Después de este agrio comentario de papá Fezziwig, todos rieron, distendiéndose.
-¡Dios mío! -clamó Scrooge. -¿Puede ser que toda la gente sea tan ingrata?
Un par de pases mágicos electrónicos más y en la pantalla Scrooge pudo ver, en medio de un antro de mala muerte, a una mujer madura (o quizás en el comienzo de la edad mediana, pero ya prematuramente ajada) que abofeteaba con crueldad la cara de una morenita flaca de veinte años en ropa interior
de seda roja con encajes negros. La muchacha lloraba sin consuelo. Las rodeaba un sórdido corrillo de hombres borrachos y otro de mujeres con aspecto de muertos vivos. El foco se abrió y Scrooge pudo ver sobre ellas un letrero de neón que decía: CABARET SCROOGE. Como en una película, le vinieron a la mente fragmentos de una escena olvidada: una chica como aquella, quince años atrás, pidiéndole dinero para dejar de prostituirse y poner un bar. Él se lo había dado. Todo el dinero necesario, porque entonces lo tenía y porque desde que había visto la película Taxi Driver siempre había soñado con salvar a una prostituta joven de un destino terrible. ¿Se había transformado aquella beldad desvalida en esta madama monstruosa que ahora explotaba y humillaba, multiplicadas, a chicas que reproducían su
pasado? El tema estaba de moda en los diarios, que Scrooge siempre leía, de modo que él sabía lo que redituaba el negocio de la trata de personas. Lo sabía además de primera mano por aquella mujercita... quien hoy le estaba agradecida, sin duda.
-Basta. Explíqueme qué falló.
La computadora portátil enseguida desplegó unos gráficos en dos columnas que describían a dos grupos de generosos: "los que dan con amor" versus "los que dan por culpa". El visitante le leyó a Scrooge el gráfico en voz alta y luego aclaró:
-Usted pertenece al de los que dan por culpa. Cambie al de los que dan con amor.
Y, dicho esto, desapareció en la noche llena de fuegos artificiales y risas.




*Fuente: Rosario-12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-16580-2008-12-24.html









Miércoles, 24 de Diciembre de 2008
LITERATURA RAQUEL ROBLES, AUTORA DE LA NOVELA PERDER


"Sin mística estamos en el horno"*


Hija de desaparecidos, en su primera ficción situó a su protagonista en el lugar de una madre que pierde a su hijo. El personaje descubre en los libros el modo de huir del mundo, pero sobre todo de sí mismo.



*Por Silvina Friera




Camina descalza por la cocina y el living de su casa de Parque Patricios.
Sus pasos producen un sonido tranquilizador y armonioso. Aunque Vito, de siete años, la llama con la insistencia del niño que tiene una demanda impostergable. Aunque Mafalda, la perra labrador que nació en abril, le ladra a una botella como si fuera un gato. Raquel Robles, acostumbrada a afrontar situaciones extremas desde que desaparecieron sus padres cuando tenía cinco años, fue la mejor "acompañante terapéutica" de la protagonista de Perder (Alfaguara), su primera novela publicada con la que obtuvo el premio Clarín. En la ficción supo desplazarse desde la perspectiva de su orfandad hacia un dolor lacerante: ponerse en el lugar de una madre que pierde a su hijo, una mujer que hace lo mínimo e indispensable para sobrevivir porque "no tenía el coraje para matarme ni la fuerza de voluntad para acciones tan drásticas". En los libros descubre el modo de huir del mundo, pero sobre todo de sí misma. Después de leer El barón rampante, de Italo Calvino, al menos siente que ha logrado separarse unos centímetros de su dolor. Al terminar El hotel New Hampshire, de John Irving, donde se muere un niño en un accidente junto con su madre, la protagonista, ahora internada en una clínica psiquiátrica, tendrá "la paz de una epifanía", la revelación de su razón de ser: "Expiar la culpa a través del sufrimiento de estar viva".
Entre Carver, Amos Oz y Kafka y el cosquilleo permanente del hijo amputado, la muerte de uno de los pacientes -Stephan, un violinista rumano- la impulsará a emprender una larga travesía por Bucarest.
Militante de la agrupación H.I.J.O.S y directora del Instituto San Martín, que aloja a chicos de 13 a 15 años con causas penales, Robles (Santa Fe, 1971) no sabe si cuando era chica la lectura tuvo un sentido tan dramático como para la protagonista de Perder -su segunda novela, la del medio entre las inéditas Mariposas muertas y Bananas-, tampoco tiene en claro si entonces leía para huir del mundo. "Leer me sirvió para estabilizar algo de mi 'estar en el mundo'. Uno puede regular cuándo lee o deja de leer un
libro, y eso es muy tranquilizador. Leer un libro es sumergirse en una historia que empieza y que termina, en cambio uno es un gerundio permanente", señala la escritora en la entrevista con Página/12.
-¿En qué momento de la escritura apareció Stephan, el violinista rumano?
-Escribí esta novela con la sensación de que era la acompañante terapéutica de la protagonista. Y estando en la clínica apareció un músico, y siempre fue rumano. Muy a posteriori descubrí que en algún punto tenía que ver con mi familia. Pero en ese momento era un músico rumano y ni siquiera apareció
como una pista para salir, sino como para que la protagonista se hundiera un poco más. Después, releyéndola más como lectora que como escritora, me di cuenta de que había un deseo de irse lejos desde bastante antes. Muy lejos significó Rumania porque apareció este personaje.
-¿En qué punto este personaje rumano tiene conexión con su familia?
-Mi abuelo materno era de Moldavia, que en ese momento era Rusia, pero en realidad después fue Rumania. El apellido de mi abuelo y de mi mamá, Pasatir, es bastante latino, no suena muy rumano. En el 2001 estaba muy de moda tramitar pasaportes, pensé en tramitar el mío, pero terminé haciendo una pequeña investigación en el consulado. Fue una investigación muy subjetiva, a través del agregado cultural que aceptó contestar lo que le preguntara. Y me contó su vivencia en Rumania. Después le di la novela a su familia para que la leyera, para ver si se hallaba en ese lugar. Y tuve una devolución muy positiva. Inclusive su hija, que aún vive en la Argentina, estaba haciendo su tesis sobre la literatura argentina que hablaba de Rumania y usó Perder para su trabajo. Mi investigación tuvo poco rigor
científico: era la visión de una extranjera en Rumania. Bueno, cuando era periodista tampoco era muy rigurosa, hacía un periodismo más de "cámara en mano", más subjetivo.
-¿La militancia en H.I.J.O.S postergó el momento de la escritura?
-Pienso la militancia en términos amplios, ahora estoy trabajando un montón y no puedo dejar de pensar el trabajo en términos de militancia, porque si no te tirás por el balcón. Si no hay mística estamos en el horno. Hace un mes que trabajo en un instituto nuevo en un momento donde podría estar dedicándome más a la contemplación (risas). Una vez que la novela nace, que pasa ese tiempo de trabajo de picapedrero, de picar y transpirar, la escritura posterior es más amable y se puede hacer mientras estás con otras cosas. Pero para empezar, tengo que generar la demanda de sentarme de escribir. Mi laburo es una cosa muy fuerte para mí, no sé si podría sostenerme estando tanto tiempo conmigo, escribiendo. No sé si lo aguantaría; implica un trabajo de introspección muy fuerte. Tengo un amigo
analista que me dice: "Yo no soy ningún boludo, me dedico a la vida de los demás. La mía me da un trabajo bárbaro" (risas). Puedo hacer ese trabajo de introspección que implica la escritura, pero me considero bastante frágil.
No sé si podría vivir así todo el tiempo. Quedaría con un estado de conciencia de mí demasiado intensa.
-La protagonista dice hacia el final de la novela que "un buen padre es aquel que miente a su hijo". ¿Suscribiría como madre esta afirmación?
-Contarle el pasado a otro, a las generaciones que vienen, implica un cierto renunciamiento a la verdad, asumir que toda cosa que se cuenta es una ficción. Tengo poca demanda por parte de mis hijos, pero si tuviera que contarles de mis padres, la verdad es que tengo muy poco para decirles, si tuviera que ceñirme a la verdad. Lo poco que conozco es medio pobre en términos de contar una historia. Son hechos que necesitan de una ficción para ser anudados. Me parece que hay que reconocer que cualquier cosa que contás la inventás, inclusive cualquier cosa que contás de tu propia vivencia. Si queremos pensarlo en términos de verdad y mentira, contamos una mentira sobre algunos hechos verdaderos. O podemos pensarlo de otra manera: cómo lo real encarnado en el cuerpo, lo orgánico y la ficción, te permite si
querés inventarte como madre. Hay un hecho insoslayable y es que yo parí a mi hijo, pero que sea la mamá es un invento que voy interpretando con la convicción de un actor que compone un personaje. Y para actuar, tenés que mentir. No se puede ser madre sin inventar, sin ficcionalizar.
-Se ha señalado que siendo militante de H.I.J.O.S sorprende que la novela no tenga una mirada política. Sin embargo, la protagonista puede salir de su dolor cuando se conecta con los otros, un desplazamiento del "yo" a un "nosotros" que admite una lectura política.
-Escribí tantos discursos en mi vida, y por una motivación básicamente política, que no sé si me resultaría posible leer políticamente la novela.
La verdad es que me gustaría que el mundo funcionara bien y dedicarme a la contemplación. Tengo una vocación de construcción colectiva y eso es lo que me interesa de la política. Lo que obstruye ese trabajo, intento combatirlo.
En algún momento quise escribir una historia sobre la toma de la ESMA por Montoneros, antes de la dictadura, porque es realmente de película. Es una historia que no se conoce mucho ni tampoco se conoce la historia de las células montoneras dentro de la estructura militar ni que pasó que en tres años esos mismos militares montoneros se convirtieron en los monstruos. Es una historia de mucha complejidad que ahora se puede tolerar: montoneros que eran militares y militares que fueron montoneros. El mejor candidato para escribirla es mi hermano Mariano, pero tiene que asumirse como escritor y no
como motoquero (risas).



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-12394-2008-12-24.html









Un hombre solo*




-Texto del 2003-



Es lindo ver el mundo desde los tremendos boquetes de un mantel corroído, estaba allí abajo de otras cosas, sin duda inútil para cualquier futuro y desde ya condenado.
Pero hoy, desde esos tremendos cráteres se ve un poco de celeste, el rojo inagotable de las flores de la santa rita, y algo de vida en movimiento. Es un verde fuerte, áspero, que brilla a la luminosidad del sol de otoño, en esta mañana de fulgor difuso.
Allí cuelgan los viejos manteles, uno bordado por su abuela italiana con flores de todos los colores posibles, pétalos que solo puede imaginar quien vio flores silvestres en la ribera del río D'Orba. Los hay naranjas, marrones, celestes... y unos amarillos de los que solo se puede encontrar en el trazo de los lápices, de esos que usamos para pintar soles en cuadernos de infancia.
Están las manchas que no quitará, ni el más grande desafió de jabón en polvo, del vino tinto, de las comidas especiales que dejaban manchas inolvidables.
Se secan al sol del otoño, una mañana.
Mientras el gato se lame sobre la cama, y el perro tuerto, aúlla sin parar pidiendo salir al pasto para orinar macetas y plantas.
Esta quietud de vacío no ayuda a tomar mate solo, se arruina rápido y queda como decoración del ambiente donde el hombre se angustia delante de una pantalla y escribe con pocos dedos en un teclado.
Allí, sobre la mesa hay un broche, tiene ligeros fantasmas de oxido abriéndose paso, aun se lee la marca "Hepta" y dice también industria argentina, su padre lo usaba para abrocharse el pantalón y evitar el enganche con la cadena de la bicicleta. El lo usa ahora para apretar fuerte las páginas de los libros donde copia escritos breves para compartir desde la web a lugares indefinidos y personas desconocidas. También hay un lápiz grueso de carpintero, para marcar las frases y capítulos. el protector de pantalla se transformo en un atril improvisado, allí espera el próximo cuento a enviarse, "Limosna" es su título, y fue escrito por Antonio Dal Masetto hace muchos años, cuando el director de Página/12 era Jorge Lanata.
El sol sube por el borde de la pared del lavadero, obliga a entornar las pestañas, un velo de filamentos impide quemarse la mirada, en una lección antigua que cuesta reaprender día a día.
Están las barajas, el hombre no deja de barajar enfrente de la pantalla en los momentos de nada, mientras los mensajes atascan el correo, y la velocidad de la computadora hace pensar en qué es más placentero viajar por dentro de relatos de Julio Verne.
Baraja, solo baraja, en una espera que parece eternidad. Nunca jugó al solitario, solo están ahí para sentir movimiento en las manos, esperando el momento de dar de nuevo las cartas evitando, si es posible, las marcas invisibles que están muy adentro de siluetas y personajes de la calle.
Allí, esta el hombre solo, tomando mate frío y lavado, después de días de pasear sus manos por objetos yertos y perforados de ausencia. En una mañana silenciosa de domingo.







*de Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com








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Queridas amigas, apreciados amigos:


El domingo 21 de diciembre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg
(107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores argentinos Fernando Maglia y Jorge Sad, asi como también del compositor mexicano Víctor Ibarra Cárdenas. Las poesías que leeremos pertenecen a Oscar Ángel Agú (Argentina) y la música de fondo serán villancicos del Coro de Lia Molina (Colombia). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Cordial saludo y una Feliz navidad!


YAGE, Verein für lat. Kunst,Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com


Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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